mercredi 16 septembre 2009

El o la turista

El o la turisa siempre han sido gran fuente de amargura. Algunos recordarán la serie "el me caga" del viajero. Pues muchas de las anécdotas fueron directamente provocadas por el comportamiento turisoide de uno o varios individuos. Como la bola de nacos que se pusieron hasta el huevo en el avión, gracias a las 45 botellas de 24 ml. de vino blanco que se habían robado, y se pusieron a cantar cielito lindo. Pero la nueva es la de los turistas que se trepan a un barco para visitar una ciudad, y automáticamente se sienten con derecho a saludar a cualquier transeúnte que ven durante su paseo. Por qué? Qué es lo que hace que esa gente se sienta lo suficientemente cómoda para hacer tal pendejeda sin darse cuenta que es completamente absurdo? Y por qué los barcos precisamente, y no cualquier otro medio de transporte masivo? No se dan cuenta que si todos hiciéramos los mismo cada vez que nos subimos al metro, más de una ciudad estarían completamente paralizadas? Se imaginan si todos los que nos subimos al metro en la Ciudad de México nos puisiéramos a saludar a la gente en los andenes, nada más porque se nos hincha el huevo? Enfin, yo digo que o saludemos todos o que no salude nadie, porque lo irracional del turista que saluda en su barco me vuelve loco.

A pesar de su alto nivel de insoportabilidad, el turista tiene un gran mérito. El es el agente que hace funcionar uno de los pocos sistemas basados en la confianza que siguen existiendo en el mundo: el carrousel de maletas. Si se han dado cuenta, cada quién toma la maleta que quiere y se larga con ella en los aéropuertos (claro el gandallismo mexicano ha hecho que México sea la excepción). Yo confío en que nadie se llevará mi maleta, y cada quién lo hace de la misma manera, y funciona.

1 commentaire:

  1. Probablemente este sea el comentario más amargo que hayas publicado jamás, y mira que la barra está altísima

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